12 jul 2011

PALABRAS DE CUENTOS

Como gran amante de la literatura, y en especial de la narrativa, hay dos géneros que en lo personal me gustan mucho y estos son: el cuento y la novela.

Desde chico nunca fui un gran lector de cuentos, en mi pubertad y adolescencia leí mucho más la novela, pero en el último tiempo empecé a interiorizarme un poco más en el mundo de los cuentos.

Haciendo una revisión para atrás me di cuenta que había leído algunas obras importantes, sobre todo nacionales. Cuentos como “El hijo”, de Horacio Quiroga, son verdaderas obras maestras, donde la palabra, la historia, condensada en unas pocas páginas o hasta unas pocas líneas, logran un poder asombroso sobre el lector.

Si buscamos las características de este género vemos que pertenece a la narrativa, que su extensión es acotada, centrado mas bien en un único conflicto, con pocos personajes y escenarios, donde solo esta lo indispensable. Pero más allá de ello, hay algo de los cuentos que me fascina y es su capacidad para crear relaciones entre las personas.

La palabra cuento en su etimología significa “contar”, es decir narrar, decir una historia. Y desde sus comienzos esta muy ligada a las historias contadas a los niños y jóvenes. A diferencia de la novela y en gran cercanía con la poesía, el cuento puede compartirse en comunidad. Fue y hoy sigue siendo (aunque en menor medida) una hermosa forma de transmisión de la cultura y por sobre todo una forma de entrelazar vínculos afectivos adentro de las familias y de las comunidades; un medio de gran utilidad para fomentar la reflexión; un recurso didáctico de interés; etc.

Si uno busca en internet pude encontrar muchos artículos que hablan sobre el cuento y sus virtudes, sobre como escribirlos, sobre como contarlos, sobre como leerlos, sobre propuestas de grupos de lectura, sobre experiencias en hospitales, escuelas, bibliotecas, existe un universo entero alrededor de este arte, por eso lo que hoy quiero compartir el una experiencia que viví hace poco con un libro en particular, un libro de cuentos justamente.

Tomándome unos días de descanso en la casa de mis viejos, tuve un momento de revisar la biblioteca como hago a menudo, en busca de algo interesante para leer, algo nuevo, o algo que valga la pena una segunda lectura. Fue así que repare en un libro que ya había visto muchas, muchas veces y leído otras tantas, pero que aún así me llamó a tomarlo.

El libro se titula “Cuentos para los chicos de América” y es una compilación de veintitrés autores de distintos países de nuestro continente, representado cada uno con una de sus obras, autores “cumbre” como dice la introducción y destinado a los niños.

Encontrar este libro significo encontrar una parte de mi mismo que no esperaba en este momento. Estos cuentos me los leía mi mamá cuando era chico. Como ella me contaba, yo le pedía que me los leyera una y otra vez, una y otra vez. Eran mis cuentos preferidos, esos que marcan la fantasía, que llenan nuestro mundo de vida y de horizontes, que sirven de modelos y de consuelos, son la riqueza de la niñez, de mi niñez, que esta claramente presente en mi presente. De más grande cuando ya podía leer, fueron los primeros cuentos que leí, los que me despertaron el gusto por la literatura y me acercaron a la pación por las palabras, y también los que me acercaron a un profundo sentimiento por nuestra América.

Son cuentos que marcan identidad, y que sin duda signaron mi identidad como latinoamericano, preguntándome a menudo sobre mis opciones vocacionales, encontré en este libro los primeros pasos. Releerlos hoy es algo increíble, porque redescubro su inmensa riqueza, y su fuerza asombrosa. Me hacen pensar en el poder de la palabra, de la narración que es uno de mis amores, como para otro será la poesía, o las artes plásticas o la música. Es el poder de la relación entre los hombres y mujeres del mundo, pero que al estar en estrecha relación con las comunidades más cercanas a uno (la familia, el barrio, la escuela) tienen un valor importantísimo.

Urge hoy, y no por una simple reivindicación de lo pasado con lo que no concuerdo, sino por entender realmente su valor e importancia, darles lugar en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en las escuelas y barrios. Encontrar aquellos cuentos que ayuden a crecer, a sostener la fantasía, pero que estén cerca de la realidad de los hombres y mujeres que los lean y compartan, cerca de sus alegrías y dolores más profundos, y cotidianos.

Y no solo eso, sino que urge animarse a crear, a construir, a darle lugar al arte de la literatura, de la narración, al arte de la palabra, que hoy en medios nuevos sigue siendo un vehículo de los más importantes para nuestras relaciones.

No creo haber dicho nada brillante, ni novedoso, simplemente comparto mi experiencia y un deseo, simplemente comparto mis pequeñas palabra que también podrán venir en algún cuento algún día.

Joche